Luego del paso del huracán María por la isla, para muchos, comerse un plato de comida caliente fue un lujo. Rafael Rodríguez, mejor conocido como Rafy, no lo pensó dos veces y con los recursos que tenía a la mano se dio a la tarea de alimentar a la mayor cantidad de gente posible, un plato caliente a la vez. Su labor se convirtió en la Fundación El Plato Caliente, cuya misión crecía y se transformaba con el paso de los días. Hoy se propone levantar la industria del servicio y la nueva economía local que poco a poco se deja sentir luego de la tormenta. A continuación, la entrevista que le hicimos a Rafy, en su versión condensada y editada. GDE: Saludos Rafy, cuéntanos ¿cómo aprendiste a cocinar? RR: Saludos, pues mirando a mi abuelita. A los siete años me paraba a mirarla porque la escuchaba sofriendo. Y yo preguntaba y miraba la estufa, siempre me llamó la atención. Me decía: mira, dejas que el sofrito se pegue un poquito a la olla porque ahí está el sabor. Así aprendí a cocinar, mirando y practicando. Mis hermanos llegaban de la escuela a hacer asignaciones y yo a ayudar a mi abuela y luego a mi mamá. Cuando tenía como 13 años, un día mi mamá llegó de la escuela, era maestra, y ya yo había hecho arroz, habichuelas, pollo y tostones. Ella preguntó: ¿quién cocinó? Le dije que había sido yo. Te he dicho que no toques la estufa, me dijo; después de eso me preguntaba: ¿vas a cocinar? Mi mamá llegaba muerta a las cinco de la tarde y tenía que llegar a cocinarle a cuatro hijos y un marido. Yo diría que lo mío era amor por la cocina, pero lo más importante era aliviarle el trabajo a mi madre. GDE: Háblame de El Plato Caliente, ¿qué es y cómo nace? RR: El Plato Caliente es una fundación sin fines de lucro y comenzamos a trabajar cuatro días luego del paso del huracán María. Salí a buscar a la familia y ver las condiciones en que estaba la isla y cuando llegué a casa dije: voy a cocinar y repartir comida. Monté una cocina improvisada, con un fogón y una estufita pequeña. Mi ruta era desde Carolina hasta Canóvanas, después a Fajardo y luego a Río Piedras. Estuve una semana cocinando desde casa y llegamos a repartir hasta 500 comidas diarias. Pero se empezó a amontonar la basura y pedí una cocina prestada en Hato Rey. Me la prestaron un domingo pero al otro día tuve que mudarme a otra cocina del mismo dueño y que no estaba operacional porque no tenía generador. Cociné allí y se me ocurrió que conocía a más dueños de restaurantes que también estaban cerrados porque no tenían electricidad pero tenían gas. Pedí cuatro cocinas prestadas: dos en Santurce, una en Condado y otra en Río Piedras. Gracias a que pude compartir lo que hacíamos en las redes sociales, porque tenía señal en una esquina de casa, llegaron muchos voluntarios; tenía de 12 a 20 personas por cocina. Algunos nunca habían trabajado en una cocina, pero cualquiera sabe pelar una papa o cortar una zanahoria y también ayudaban a limpiar. Igualmente, llegaron muchos donativos de alimentos, la gente aparecía con compritas que tenían en su casa. El que ayudaba se beneficiaba de dos maneras: comía bien y le dedicaba su tiempo a algo útil porque nadie tenía trabajo, la gente se estaba volviendo loca en las casas. Llegamos a un punto en que hicimos dos mil platos diarios y por eso hicimos ruido. Por ser pequeñitos y sin recibir ningún tipo de ayuda del gobierno, con cinco pesitos aquí, diez acá… Me llegaban mensajes de la gente como: vi que estás ayudando, ¿a dónde te envío dinero? y me enviaban donativos a mi PayPal personal y por Venmo, pero todavía no éramos una fundación. Entonces unos amigos contables y abogados, al ver que estábamos recibiendo mucho apoyo, me ayudaron con el papeleo para hacer una fundación. Para el 9 de octubre de 2017 ya estaba creada la Fundación El Plato Caliente. Y así fue: conseguía dinero, producto, transportación y manejaba cuatro cocinas. Asigné gente buena en cada sitio; es el trabajo más difícil que he tenido pero lo hicimos bien. Esa experiencia me abrió los ojos a que puedo hacer cosas mucho más grandes, que la gente me lo había dicho hace tiempo pero uno es su peor enemigo en cuanto a hasta dónde puedes llegar. Al día de hoy hemos preparado sobre 350,000 platos. GDE: Previo a El Plato Caliente, ¿qué experiencia tenías en la cocina? RR: Llevo 30 años en la industria de los restaurantes, nunca cocinando pero sí es mi hobby. Siempre trabajé en lo que es el front of the house como bartender, mesero, gerente de varios sitios. La gente me dice chef pero nunca estuve detrás de una cocina profesional. También montaba kioscos de bebidas en actividades como festivales playeros, fiestas patronales… básicamente estoy metido en todo lo que es food and beverage y por eso se me hizo fácil al momento de improvisar una cocina. Sin todo este background, todo lo que hice en mi vida, no hubiera logrado lo que hice, pero también con los voluntarios, sin ellos no se lograba nada. GDE: Actualmente, ¿cómo ayuda la fundación? RR: Ahora cocinamos los sábados. Me mudé a un local en Santurce y allí tengo una cocina y preparamos alrededor de 300 comidas semanales. Se me acercan grupos que atienden ancianos, niños en after school programs, iglesias, comunidades en desventaja y cualquiera que necesite. Primero verificamos que la necesidad sea legítima porque luego del huracán nos pasó que personas me pedían comida y después las vendían en las luces. Lo que hacemos es entregar comida a organizaciones; la entregamos empacada, en unos termos con sus bandejas, utensilios, les damos de todo. Ya no consigo voluntarios para cocinar, cocino con algunos empleados, pero hace falta contratar más gente. La fundación también genera fondos a través de caterings. Nos especializamos en comida criolla pero igual, si alguien quiere una actividad con sushi o food trucks, o con lo que sea, podemos hacerlo. Por ejemplo, me llamaron de la Hacienda Juanita en Maricao que tenían una boda tipo campo. Nos enviaron fotos, cotizamos y nos fuimos por tres días, preparamos todo. GDE: A un poco más de un año de su creación ¿cómo ha cambiado la misión de la fundación? RR: Mi misión inicial era repartir comida pero a las tres semanas de empezar me llamó quien era el presidente de la Asociación de Restaurantes de Puerto Rico, ASORE, y me dijo: lo que estás haciendo es bello, estás ayudando, pero si sigues regalando dos mil platos diarios vas a hacerle más daño a los negociantes que no han podido abrir. Eres experto en restaurantes, busca de qué manera ayudar a esos pequeños restaurantes a reabrir y que operen mejor. Me abrió los ojos. Seguimos ofreciendo comida pero ahora la misión principal de la fundación es ayudar a los pequeños negociantes a ser exitosos en el nuevo Puerto Rico, en la economía después de María. GDE: ¿Cómo vas a lograrlo? RR: La gran mayoría de la gente capacitada para empleos en restaurantes y hoteles se fue de Puerto Rico después del huracán. Ahora mismo, conseguir un buen cocinero es cuesta arriba. Uno de mis fuertes es ofrecer adiestramientos. Llevo cinco años ofreciendo servicios de consultoría a restaurantes y barras. Puedo montar un negocio completo. El cliente me contrata, me dice su presupuesto, le diseño el concepto, desde escoger el local a hacer los contactos, cotización de contratistas, etc. y una vez el cliente aprueba el local manejo todo hasta que esté listo, con el personal adiestrado y todo el inventario. Tengo un plan a largo plazo, quiero hacer un programa para adiestrar a la gente. Puerto Rico apuesta al turismo pero hay poca gente capacitada. Hace falta educar y adiestrar a la gente para que si vas a ser mesero, seas el mejor del mundo, el mejor cocinero. Imagínate un curso de cuatro meses en que aprendes cómo se hacen los cortes, la preparación de las salsas madres, control de inventario, compras, porque para ser cocinero o chef hay ciertas cosas más allá de las habilidades con el cuchillo o sobre el grill. En mis adiestramientos enfoco mucho en cambiar la manera de pensar en cuanto a lo que es servir, que la gente entienda que el servicio no es menos; si lo haces profesionalmente, te enaltece. Lo técnico se le enseña a cualquiera. Tengo un espacio grandísimo en el segundo piso de mi local que necesito habilitar para crear un salón de clases. La idea es enfocarnos en comunidades en desventaja, gente que salió de la cárcel que están en halfway houses y que nadie quiere ayudar, personas que eran adictas y completan sus programas de doce pasos, gente que nunca trabajó en restaurantes, y personas como yo. Por ejemplo, una vez solicité a la escuela hotelera y no me dieron la beca; no pude estudiar porque no podía pagarlo. Me quedé con ese sueño. Entonces igual que yo hay mucha gente con habilidad y ganas de estudiar. Conozco maestros que están dispuestos a donar su tiempo o trabajar por una tarifa cómoda, sólo están esperando a que esté listo. Para las personas interesadas sería gratis. Solicitan y si cualifican les damos los cursos gratis y salen certificados. Además, lo ideal sería encontrar cada negocio que cerró después de María, conseguir al dueño y preguntarle qué necesita para reabrir, porque se generan empleos. Si ahora mismo me dicen: Rafy, tengo un hotel, te doy la llave, make it happen, yo me atrevo, porque sé que puedo manejar a mucha gente y resolver situaciones. Pero para eso hay que tener dinero, y ahora mismo no tenemos esa capacidad financiera. GDE: ¿Algún chef local que admires? RR: De los que están en el top: Gabriel Hernández de Verde Mesa; Paxx Caraballo de Jungle Bird, y María Mercedes Grubb del restaurante Gallo Negro, una mujer que ayuda a mucha gente. GDE: ¿Qué más visualizas con la fundación? RR: A mi me encantaría montarme en un avión e ir a cualquier lugar donde haya ocurrido una catástrofe y cocinar y servir platos calientes. Pero ahora mismo no tenemos fondos para eso. Cuando hay cualquier episodio en el que se pierden vidas, en que la gente pierde sus hogares, una cosa es que te den galletitas, pero un plato de comida caliente es como un abrazo de tu abuelita que te dice: todo va a estar bien. Te sirven ese platito caliente y es mucho más que lo físico, es muy emocional. La Ñapita: Descríbete con tres palabras: ingenioso, soñador y enérgico Lugar del mundo: Puerto Rico Frase: “El que nadie lo haga no significa que sea imposible, es que no se ha pensado de otra manera” Coleccionas… recuerdos Alguna obsesión o manía: las superficies como counters, escritorios, tienen que estar secas Una aplicación que uses con frecuencia: Kayak Te gustaría conocer: al chef David Chang ¿Qué lees o escuchas al momento? Puerto Rico en la olla: ¿Somos aún lo que comimos? de Cruz Miguel Ortiz Cuadra ¿Qué te inspira? El mar Algo placentero para ti es: cocinar y compartirlo Si existen las vidas pasadas, ¿qué fuiste en otra vida? Herrero, un tipo loner; me encanta estar solo ¿Cómo se llamaría la película de tu vida? “El vuelo del fénix” Un puertorriqueñ@ que admires: Mi abuela, Herminia Otero Quisieras aprender a: pilotear aviones ¿Cómo te relajas? Paseando a mis perros, tengo siete rescatados Quisieras que te recordaran por: hacer las cosas bien y dar sin esperar nada a cambio Sigue a la Fundación El Plato Caliente en las redes sociales: Facebook: Fundación El Plato Caliente Instagram: @elplatocalientepr *La Fundación El Plato Caliente necesita donativos para habilitar el área que se usará para ofrecer adiestramientos. Puedes enviar tu donativo a través de: ATH Móvil, en la sección de donaciones bajo El Plato Caliente PR, o a través de PayPal.me/elplatocalientepr
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Diciembre 2020
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