Desde muy joven, Isel Rodríguez sabía que su destino era entretener a otros a través de la actuación. La actriz e integrante del colectivo Teatro Breve recuerda que de niña se vestía de payasa para entretener a las clientas de su madre, que tenía un salón de belleza en su casa. Aunque tuvo algunos obstáculos en el camino, pudo más su determinación y pasión por el arte de la actuación. Cuando más feliz se sentía era en un escenario; hoy día nada ha cambiado. Acerca de Teatro Breve, el cual se originó en el 2006 y desde entonces su éxito ha sido imparable, comparte que luego del paso del huracán María el conjunto pensó que tal vez les había llegado el momento de bajar el telón indefinidamente. Sin embargo, en un momento de crisis, su fiel fanaticada eligió la risa para liberar el estrés, validando a su vez la importancia y vigencia del colectivo. Isel, quien también funge como profesora del Departamento de Drama de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, comparte sus inicios en el campo de la actuación, sus procesos creativos, y proyectos actuales y futuros. A continuación, la entrevista que le hicimos a Isel en su versión editada y condensada.
GDE: ¿Cuándo supiste que querías ser actriz y cuál fue tu primera oportunidad en este campo? IR: En mi familia todos son bien histriónicos y cantan. Mi papá hacía teatro en la iglesia, lo que pasa es que nadie nunca pensaba en eso como una carrera. Mi mamá tenía un beauty en la marquesina de la casa y de chiquita me pintaba de payasa y salía al beauty a hacer cosas para las clientas. Siempre decía: “yo quiero hacer esto.” En high school empecé a coger teatro con Elsie Moreau y un día me dijo: “ven a Bellas Artes a hacer una audición que mi esposo está dirigiendo “La Charca”. Fui y audicioné. No me acuerdo qué fue lo que hice, pero estaba muerta del miedo y de los nervios. Nunca había audicionado para nada. Me cogieron para hacer de lavandera, algo así, un personaje que si tenía una línea era mucho, pero yo era la persona más feliz del mundo. El público de La Charca era enorme porque era en la sala René Márquez. Estaba como en la parte delantera del escenario haciendo que lavaba ropa; la lavaba con una convicción… y decía: “qué cosa tan maravillosa.” Uno tiene miedo y a la vez es como el feeling más emocionante, como tirarse de bungee y quererlo hacer mil veces. Yo decía: “olvídate, se acabó, esto es.” GDE: ¿Dónde estudiaste? IR: Soy de Carolina, me crié en Villa Fontana y estudié en un montón de escuelas, pero en ese momento estaba en Carvin School. Justo antes de Carvin estuve en Calvary Baptist Christian School, una escuela cristiana y bien conservadora. No se podía hacer nada, ni hablar español. Aquello era como un infierno. Recuerdo en octavo grado decirle a mami: “por favor, ponme en una escuela normal.” De hecho, en esa escuela recuerdo que participé en una obra de teatro que era como un musical. Yo estaba “jayada”; cantaba y hacía como si estuviese en Broadway. Decía: “nací para estar aquí trepá.” Era una cosa que estaba dentro de mí. No hay forma de que a uno le saquen eso de adentro; uno lo tiene punto y se acabó. Luego estudié en la Universidad de Puerto Rico y entré por inglés porque me prohibieron estudiar drama. Mi familia era bien cristiana y para ellos ser actriz no era algo que debía ser. Podía salir en una obrita en la high, pero eso de trabajar como actriz no hacía sentido. Por un lado, te ibas a morir de hambre y por el otro, ese mundo estaba lleno de sexo y drogas; significaría la perdición. Pero no había manera de sacarme de ahí. No iba a estar en ningún otro lugar; no quiero estar en ningún otro lugar. Irónicamente, mi mamá salía con el que era el luminotécnico del teatro de la universidad en ese momento. Él me llevaba a la universidad y yo iba para el teatro todo el tiempo. Eso a mí como que me ayudó un poco. Empecé por el departamento de inglés y educación y después empecé a coger clases de teatro. Me cambié para educación en teatro para que no fuera tan loco; iba a ser maestra de teatro, pero iba a estar en teatro. Después de estar un semestre cogiendo clases en drama, hablé con mi familia y les dije: “me cambié, pero voy a estar en educación para que estén tranquilos, algún trabajo tendré.” GDE: ¿Algún actor o actriz que te sirvió de inspiración en tu trayectoria? IR: Sí, cuando estaba en high school y empecé a hacer cositas profesionales en teatro, veía a René Monclova, Cristina Soler, Marian Pabón… Conocía de Carola García, que luego fue mi maestra, y ver en el departamento a Idalia Pérez Garay, José Félix Gómez, Elsie Moreau; mis maestros eran actores profesionales. Creo que por ahí empecé a tener la conciencia de que ser actor no era sólo ser actor sino también ser maestro. Enseñas el oficio a otros actores. Así que en ese aspecto siento que mis maestros fueron mis modelos a seguir. Todos eran artistas y montaban sus cosas fuera del salón, de la universidad. Idalia estaba con Teatro del 60 y le tenía una admiración grandísima. Carola también me dio muchas oportunidades profesionales mientras estudiaba. GDE: ¿Quiénes fueron tus mentores? IR: Carola, cien por ciento. Me dio oportunidades como actriz en su compañía que se llamaba Teatro Iré, donde salía en escena con Antonio Pantojas, Ramfis, Dolores Pedro… Salí en una obra cubana del hermano de Dolores Pedro que se llamaba “Un almirante para la mar océano” que Carola dirigió. Yo hacía como de Juana “la loca”. También recuerdo trabajar de cerca con Teresa Hernández porque era bien amiga de Carola. La admiraba mucho. La veía y decía: “Dios mío, quiero ser como ella” porque era buena haciendo cosas dramáticas, pero graciosas, y escribía sus propias cosas, se sostenía sola en un escenario. Las admiraba mucho y siempre fueron mujeres que quise emular. GDE: ¿Cómo te preparas para tus personajes y presentaciones? IR: Hoy día siento que como actriz tenemos más conciencia de los personajes femeninos que hacemos, especialmente en Teatro Breve. Siempre pensamos en cómo son estas mujeres, primero en ser graciosas, pero pensar en quiénes son, qué es lo que dicen, qué es lo gracioso de ellas. Pero cuando son otros personajes que no escribo, por ejemplo, discuto mucho con los directores. A veces les cuestiono mucho, quizás sea una actriz problemática... En Teatro Breve tenemos más espacio para cuestionar y que se cambien cosas. A veces hay espacio para hacerlo y a veces no, dependiendo de con quién trabajes. También trabajas en donde puedas porque tampoco es que hay mucho taller. Pero uno negocia con uno mismo todo el tiempo, “esto no lo quiero hacer así” o “estoy en contra de lo que hizo este personaje o de cómo se escribió.” También uno dice: “déjame ver de qué manera me puedo acercar a este personaje con empatía”, porque tienes que quererlo, aunque estés en contra de lo que haga o de cómo piensa. Tienes que buscar la manera de justificar eso y hacerlo con verdad. GDE: ¿Cómo ves la transformación de Teatro Breve desde sus inicios? ¿Cuál entiendes es la clave de su éxito? IR: Creo que muchos de nosotros no lo vimos venir. Cada año lo tomamos con sorpresa: “wow, estamos haciendo esto todavía, gracias.” Porque está against all odds. Creo que es obstinación de todos los que somos parte del grupo de actores, de la producción. Siempre decimos que Naíma es gran parte de que esto siga corriendo. Uno de sus objetivos es que esto continúe a pesar de todo, de darle trabajo a todo el mundo. La idea es que se mantenga, que continuemos haciendo teatro y trabajando. Creo que eso es clave. Segundo, negociar, negociar y negociar entre nosotros mismos como individuos porque en Teatro Breve todo el mundo está dando su opinión todo el tiempo porque es un trabajo colectivo. Eso hace que todo el tiempo estemos en un proceso constante de negociación y de tirar ideas. Quizás ninguna se escoge o quizás se escogió una y debes estar dispuesto a let go. Decir: “bueno, la solté, la guardo para después y quizás después se hace.” Creo que con “Noche de jevas” pasó algo así, de estar hablando y de momento: “vamos a hacer esto aparte y tirarnos al azar y ver si funciona.” De momento funcionó y salimos corriendo con eso y gustó; jamás lo imaginamos. Creo que es una cosa del azar y también de tener el deseo de hacer y tener un espacio. Me parece clave el hecho de que tengamos ese espacio y que Naíma trabaja tan duro para mantenerlo, que poco a poco tratamos de que funcione y de arreglarlo porque estaba cayéndose en cantos. De hecho, después de María todos pensamos: “esto se fue ajuste, se acabó.” No sabíamos cómo rayos volver y no solo volvimos, sino que sorprendió que la gente llegó uno o dos meses después. Fue como: “wow, la gente vino, quiere estar aquí y reírse de ellos mismos.” Para nosotros fue sorprendente y liberador. GDE: ¿Algún personaje al que te gustaría darle vida? IR: A veces nacen los personajes en otro contexto y después los sigues desarrollando. Hay unos que nacieron en “Noche de jevas”. Por ejemplo, Alex, un personaje transgénero que trabaja como para UPS. Entonces nació como un personaje pequeñito en un sketch y de momento creció y se transformó; pienso que es un personaje interesantísimo. Es gracioso, pero también es interesante ver su relación con los demás, cómo interactúa en la vida porque está en proceso de transición, donde se está aceptando y viendo qué tipo de hombre quiere ser en la vida, qué cosas le gustan y cómo quiere vivir. Es un personaje interesante que pienso tiene mucho que recorrer y a mí me interesaría conocerlo más. También están esos otros personajes que hacemos, que a veces nos toman por sorpresa y que de momento crecen. Hicimos conciertos de Luna y Vecky, las hipsters que cantan barbaridades. Siento que esos personajes pueden vivir fuera de la música, que todavía no lo hemos explorado, pero podría ser. Creo que en el futuro se nos dará la oportunidad de escribir otras cosas y ver qué nace. GDE: ¿En qué proyectos nuevos trabajas? IR: Ahora mismo estamos filmando la película de Teatro Breve que es como la adaptación de una obra que hicimos hace muchos años que se llamó “Picando alante”. Es una obra de esta familia que decide sembrar marihuana ilegalmente. Claro está, todo les va mal. Hace cinco años trabajábamos ese libreto para poderlo hacer en cine y se dio la oportunidad. Es una locura. Es como cuando estuvimos en el “Choliseo”, una loquera que estamos haciendo que no sabemos cómo va a quedar, pero confiamos en la gente que lo produce, así que estamos súper “pompiaos” y “cagaísimos” a la misma vez. También recién terminé de filmar otra película de Bruno Irizarry que se llama “Yerbabuena”. El tema es similar pero la historia es otra. Con las Hermanas Belén y Verónica tenemos un nuevo podcast que se llama “En el nombre del podcast”; el primer episodio ya está disponible. Además, continúo dando clases en la universidad, que también me encanta. Siento que uno se nutre un montón de ese proceso de aprendizaje. Aunque uno está dando clases, está aprendiendo a la vez; me fascina. GDE: ¿Qué consejo puedes ofrecerles a esos jóvenes que incursionan en el mundo de la actuación? IR: Siempre les digo: “la gente con la que estudian ahora mismo probablemente sea la gente con la que van a trabajar, así que cultiven esas relaciones.” También, que empiecen a montar y hacer cosas propias desde que estén estudiando. Que no esperen a terminar para empezar a hacer cosas. Ahora mismo, los que veo haciendo cosas están en la autogestión. Les digo que no paren de trabajar, aunque estén estudiando. No deben dejar de estudiar porque eso es una preparación necesaria para su conocimiento, para lo que van a hacer luego profesionalmente, porque el taller afuera es bien importante y el taller académico es igual de importante. Así que esas dos cosas no deben eliminarse. Trabajar con el corillo con el que estudian y hacer, hacer y no parar de hacer. La Ñapita: Descríbete con tres palabras: hacedora, disciplinada y pesimista Un libro o disco que te haya influenciado: el libro “Como agua para chocolate” y el disco “Frío” de Robi Rosa. Una frase o cita, tuya o de otra persona, que te gusta mucho: “El actor no se enferma, se muere” de Victoria Espinosa. ¿Cuál es un hábito poco usual o manía que tienes? Creo que una de las manías que tengo es que antes de que comience una función hago como un ritual en el que tengo que hacer todo igual, en el mismo orden y poner las cosas en el mismo lugar, no sé por qué. En años recientes, ¿qué nueva creencia, comportamiento o práctica mejoró considerablemente tu vida? Hacer ejercicios. Trato de hacer más ejercicios porque siento que eso me ayuda un montón, aunque es como bien difícil buscar el tiempo y organizarme porque tengo hijos. Tener hijos y cuidarse uno mismo es casi imposible, como contraindicado, pero trato de hacer ejercicios y respirar. Cuando sientes que pierdes el enfoque o la inspiración temporeramente, ¿qué haces? A veces me tiende a pasar eso mucho porque tiendo a ser medio pesimista y ansiosa y hay veces en que digo: “Ay, todo va a estar horrible.” Irónicamente, cuando nos juntamos de nuevo en Teatro Breve a hacer un brainstorming de algo que vamos a hacer, eso me ayuda un montón. Juntarnos a trabajar y tener algo, poner una fecha y trabajar para esa fecha me ayuda mucho porque me da something to look forward to. A veces le digo a mis estudiantes: “ponle fecha, aunque no tengas nada; si te pones ese deadline sabes que tienes que hacerlo.” ¿Cómo se llamaría la película de tu vida? “El balance ideal” Un puertorriqueñ@ que admires: tengo que decir que admiro a Cristina Soler. Esa mujer está brutal, es bien inteligente, talentosa, buena y amorosa. Quisieras aprender a: preocuparme menos. ¿Qué es una de las cosas más gratificantes que has hecho? Ser mamá. Tengo dos hijas, una de trece y otra de once. ¿Cómo te relajas? En casa con mi marido, bebiéndome una copita de vino y hablando. ¿Qué te inspira? Mis compañeras de trabajo, mis hijas y mi familia. Quisieras que te recordaran por: ser íntegra Sigue a Isel en las redes sociales: Facebook: @teatrobreve Instagram: @iselr @hermanasbelenyveronica
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Diciembre 2020
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