Al echar un vistazo a su pasado, Beto Torrens recuerda que durante su niñez nunca faltó la música. Los instrumentos musicales, el baile y el canto fueron elementos clave en su crianza y la base para su posterior carrera como percusionista y cantante. Su trayectoria musical podría describirse como intensa, en la que siempre se suscitan grandes oportunidades y personajes folclóricos, muchos de los cuales se han convertido en mentores. Los primeros pasos de su carrera los dio con Batucada Baobá junto a uno de sus maestros, Fernando "Freddie" Díaz. Esa oportunidad dio paso a Bayanga, grupo que cofundó con Eduardo Cabra (Visitante). Posteriormente y por el afán que depositó en perfeccionarse como percusionista, Beto ha tenido la dicha de colaborar con importantes artistas como: Puya; Cultura Profética; Gomba Jahbari; Jerry Medina; Batacumbele; Brazuca Matraca (Barcelona); Ricky Martin; Tráfico Pesado, y La Descarga Urbana de Medina Carrión. Sus contribuciones también forman parte de significativas grabaciones como “Urbano” de Elvis Crespo, nominada al premio Grammy. Beto es miembro de las bandas: Sie7e; Lado Ve; Grupo Carabalí; Desde Cero; Los Majaderos de Cachete Maldonado y Villa Locura de Henry Cole. A lo largo de su carrera y por sus incesantes deseos de explorar distintos géneros, ha fundado y cofundado varios conjuntos como: La Quilombera; The Rican Rebels, e IFÉ, cuyo primer álbum debutó en 2017 con excelentes críticas. También dirige las agrupaciones folclóricas Bloco Afro Oxalá y La Liga Rumbera. Como si fuera poco, también funge como educador. Beto Torrens es uno de los percusionistas más importantes de esta generación. Aunque prefiere no identificarse con un solo género, queda claro que su intención es crear música que nos una como pueblo y que, al prestarle la debida atención, nos sirva como bálsamo para sanar cuerpo y espíritu. A continuación, la entrevista que le hicimos a Beto en su versión editada y condensada. GDE: Beto, ¿cuándo comenzó tu interés por la música y luego por la percusión? BT: Por la música desde que nací porque en mi casa nunca faltó. Mi crianza fue bien clásica. Mi padre es cantante retirado de ópera y zarzuela y mi mamá tocaba piano clásico. Entonces, de niño bailé con Ballet de San Juan y estudié violín en el Conservatorio de Música, entre otras cosas. Mi playground, en vez de ser el parque de pelota, fue el Teatro Tapia. Luego el Centro de Bellas Artes se convirtió en mi otro playground cuando abrió en el ’81. Pero siempre tuve esta cuestión con la africanía. Fue lo menos que me enseñaron en la escuela, pero era lo más que me hacía sentido en cuanto a la vida y al Caribe y siempre me encantó el tambor. Mi prima bailó con Areyto Ballet Folklórico en los setenta y principios de los ochenta y ese fue mi primer acercamiento a la bomba. Antes, para ver bomba tenías que ir a donde los Ayala, los Cepeda, a los sitios donde aún existía porque estaba a punto de desaparecer. Fast forward al ‘89 cuando me fui a estudiar fuera de Puerto Rico. Me llevé un pequeño bongó como de juguete pues era lo que tenía y era mi conexión a Puerto Rico. Hice un bachillerato en Artes Visuales con una concentración en Pintura y precisamente, a través de esa conexión con el arte fue que me encontré con el tambor. Vivir en Estados Unidos, lejos de mi cultura, me acercó a buscar más de lo mío. Empecé a hacer unas investigaciones precisamente en Loíza y junto con la que fue mi noviecita en esa época, que estudiaba producción, trabajé un documental acerca de las Fiestas de Santiago Apóstol en Loíza. Allí fue que conocí a los Ayala y a toda esa gente. Por primera vez vi el batey y me acerqué a esa onda que me interesó mucho. GDE: ¿Quiénes fueron tus mentores y maestros? BT: Mi primer maestro se llama Eduardo Cortés, un pana de la niñez que sabía bastante y me enseñó mis primeros pasos. Entonces empecé a estudiar formalmente en el centro cultural llamado Centro ABC, que fue de mi mentor y maestro y quién me abrió las puertas, Fernando “Freddie” Díaz, un gran percusionista que murió hace unos cuantos años. En la escuela de Freddie, además de estudiar con él, estudié con gente como Anthony Carrillo y Héctor Calderón; tuve muchos buenos maestros. Luego llegaron otras personas que fueron claves en mi formación. El maestro Ricky Soler de Añasco fue un gran maestro en mi desarrollo como rumbero. Además, fue un ser humano increíble y dejó un legado en todo lo que hizo como compositor, cantante, artesano… Por supuesto, el maestro que tengo la dicha de tener vivo, Totin Agosto “Arará”, un gran maestro de los trovadores de la calle. Es mi papá en la rumba y el de muchos otros rumberos que trabajamos ese tipo de folclor aquí en Puerto Rico. Es un ser humano muy especial que me abrió un portal, a poder vivir una realidad que es a lo que le dedico mi vida. Lo conocí en el 2000. Estaba en mi kiosquito de arte en las Fiestas de la Calle San Sebastián y tenía una rumba hippie con mis panas; el tamborcito, flautas... Llegaron dos personajes y uno dijo: “mira, dame una vuelta ahí con esos tambores”, y se pusieron a tocar. Uno era Totin y el otro Bobby Trinidad, un gran percusionista puertorriqueño que lamentablemente falleció luego de una larga lucha contra el cáncer. De repente llegaron estos jedis y se pusieron a tocar rumba afro-cubana de verdad y nosotros nos quedamos en una pieza. Entonces Totin nos preguntó si conocíamos el grupo Yoruba Andabo de Cuba y nosotros ni idea. Pues a todos nos pidió nuestra dirección y una semana más tarde nos llegó un cassette grabado de Cajones Bullangueros. Ahí fue cuando se convirtió en mi maestro. GDE: ¿Recuerdas la primera vez que tocaste profesionalmente ante un público? BT: O sea, ¿que me pagaron? (se ríe) El primer grupo con quién toqué y me pagaron fue con Batucada Baobá, el grupo de mi maestro Freddie Díaz; con él empezó todo. Yo era un “fiebrú”, en cualquier fiesta me ponía a cantar y a tocar aunque no supiera tres carajos. Un día recibí una llamada de un individuo “¿Beto Torrens?” Yo: “sí”. “A mí me dicen que tú tocas y cantas”. Y yo: “wow, bueno, me zumbo”. “Para que pases por el Centro ABC”. Ese fue Freddie y así fue como entré a este mundo. De hecho, en mi primera visita al centro estaba el gran maestro Angel “Cachete” Maldonado dando una clínica y me quedé starstruck. Él terminó su taller y entró Freddie y me dijo: “vamos a tocar”. Me sentaron en unas tumbadoras, en las congas, y sentado al frente mío y al otro lado del cuarto estaba Cachete Maldonado con su estudiante Edgar Lebrón, que eventualmente se convirtió en un gran hermano de la vida y del tambor. Los dos me miraban como: ¿y este blanquito qué c***** va a hacer? Freddy arrancó, hizo una llamada que nunca había escuchado en mi vida, todo el mundo arrancó y me quedé mirando como: ok, ¿y ahora? Luego de coger varias clases, Freddie me llamó para decirme que me necesitaba para un guiso en el restaurante Parrot Club del Viejo San Juan. Esto fue como para el ‘97 y fue mi primer guiso profesional como quien dice, sin aún saber bien lo que hacía. Con ese grupo tuve la oportunidad en el 1998 de tocar en las presentaciones de la gira “Vuelve” de Ricky Martin. De repente toqué frente a 30,000 personas, una experiencia increíble. Grabamos el videoclip de “La copa de la vida” que fue una demencia porque ese año estuve en Francia y allí me vi en la televisión. El tipo de la barra me miraba como que no, ese no eres tú. Entonces la música me ha dado muchas cosas así desde el principio. GDE: Has tocado con muchos y diversos artistas, ¿cómo entiendes influyeron sus estilos musicales en el tuyo? BT: Creo que hace perfecto sentido. Todo el que el que me conoce sabe que nunca me he encajonado en ningún género. Mucha gente me conoce como rumbero porque de alma soy bastante rumbero, me encanta ese lenguaje en particular, pero he hecho muchas cosas como en la época de Bayanga, donde nos inventábamos toda esta “mescolanza”. Siempre he estado envuelto en proyectos, o bien folclóricos arraigados al fundamento, o bien de combinar todas esas cosas e ideas. También me dediqué a estudiar y trabajar otros tipos de percusión que me dieran más trabajo. Durante el tiempo que estudié con Anthony Carrillo, él me dijo: estudia la timba porque ahí está todo, pero continúa lo que haces de tocar otro tipo de percusión porque así siempre tendrás trabajo. En efecto, es lo que ha marcado mi carrera. No me llaman tanto para tocar tumbadoras, me llaman más para tocar otras cosas. Hoy día es diferente también porque la juventud tiene otra perspectiva y otras herramientas a la mano. Ahora vas al Conservatorio de Música y estudias percusión con maestros como Andrew Lázaro, que es un sabio y te va a enseñar de todo. Pero siempre le digo a los estudiantes formales del Conservatorio de Música que también tienen que tirarse a la calle a aprender de gente como Luis Lagarto Figueroa; si tienen ambas cosas estarán mejor. GDE: ¿Algún músico con quién te gustaría colaborar que aún no lo has hecho? BT: Hay un músico que es uno de mis cantantes favoritos del mundo, el senegalés Baaba Maal. Hace música fulana pues es parte de la etnia Fulani; lo que es un “fulano de tal” era un esclavo fulano de alguien. De la manera en que él utiliza su voz es “parapelos”, y además es un gran guitarrista y compositor. Él sería una persona con quien me gustaría colaborar y sé que es posible porque ya tengo una conexión. Hace un tiempito mi gran hermano y uno de los grandes bajistas de Puerto Rico, Ricky Rodríguez, tocó con él en Nueva York y le dije: “¡ay, ese es mi sueño, hazlo por mí!” Algo que también está en el tintero es trabajar con Seun Kuti, el hijo de Fela Kuti. En un viaje al festival WOMAD de Inglaterra con la banda IFÉ, ellos estaban tocando con la banda original de Fela y cuando llegamos al backstage estaban allí. Fue hermoso porque nosotros practicamos la religión de los Orishas y él también y fue como un enlace. Nos cantaron canciones, una cosa bellísima, y compartimos un rato bien chévere. Le dije que quería trabajar con él y me dijo que sí, que va a pasar. Es posible que sea para mi primer disco como solista que trabajaré este año con el proyecto Beto Torrens AGRANDADO. GDE: Háblame de las clases que ofreces en tu taller y cómo es esa dinámica. BT: Llevo unos cuantos años dando diferentes clases en mi Taller Yemayá en Puerto Nuevo, pero también he dado talleres y clases en lugares como: el Conservatorio de Música, el Liceo de Arte y Tecnología y la Universidad Interamericana. Durante viajes con IFÉ he ofrecido talleres en ciudades como Chicago, Barcelona, París, pero definitivamente todo empezó aquí y fue algo que surgió como usualmente pasa en mi vida, por la necesidad de los estudiantes, ni siquiera fue mi idea. Este chico me empezó a escribir por Facebook: “yo quiero aprender, estoy haciendo esto, oye lo que grabé, ¿cuándo hay clases?” Hasta que un día dije: “dale, voy a hacer una clase”; así empezó esto. Ese chico se llama Xander Ramírez y como quien dice es mi protégé. Las primeras clases que di fueron de música afro-brasileña, en particular música de Salvador de Bahía en Brasil. Luego di unos cursos de shekere, de la manera tradicional de los toques de güiro dentro de nuestras ceremonias religiosas, que obviamente tienen una musicalidad que se presta para muchas cosas. Ahora mismo doy una clase de rumba afro-cubana todos los jueves, pero pienso hacer como antes que daba clases todos los días. También trabajo con la compañía Across Caribe, que ofrece turismo alterno en Puerto Rico y dentro de sus ofrecimientos se encuentra coger una clase de percusión afro-puertorriqueña conmigo. Es una experiencia súper enriquecedora porque llega gente de todas partes del mundo. Tuve gente de Nueva Zelanda, Egipto, Canadá y Estados Unidos, entre otros. Una vez tuve 15 estudiantes chinos de escuela superior. Fue increíble ver a esos chamaquitos chinos cantando bomba. Es una clase de dos horas; la primera es para historia y concepto, y en la segunda tocamos los ritmos dependiendo del nivel de las personas. Algo constante en todas mis clases de percusión es que hablo mucho de la historia, porque de esa manera la gente tiene un acercamiento mayor a lo que hacen y lo entienden mejor. Además, hace tres años que doy talleres de percusión afro-puertorriqueña y afro-cubana en Arizona. Ya establecí un grupo de bomba allá que se llama Grupo BombAZo. GDE: ¿Qué proyectos nuevos tienes para este año? BT: Después de década y media de carrera empecé un proyecto como solista que empezó como un trío, que evolucionó a un cuarteto, que evolucionó a un quinteto, y que hoy día se llama el Beto Torrens AGRANDADO. Es un concepto que siempre quise hacer desde el tiempo de Bayanga. Obviamente todo se da en el momento que es y es música influenciada por todas las vertientes musicales en mi vida. En este caso no hay batería, la batería está compuesta por el barril de bomba y percusión menor como maracas, shekere y campanitas. También es un acercamiento al afrobeat pero más compacto. Tengo un bajista, Héctor “El Negro” Reyes, mi mano derecha en el proyecto y un gran bajista de reggae. Precisamente, el reggae es una de las influencias más grandes de mi vida musical y lo que más escucho. También tengo a la tremendísima saxofonista Janice Maisonet. En la guitarra tuve muchos músicos increíbles, pero en algún momento siempre me los llevan. Ahora tengo a Javi Pérez, un tremendo maestro que toca con otros grupos como Villa Locura de Henry Cole. En los coros tengo a mi estudiante Xander, y a Axel Rodríguez y Tito Rodríguez de los Pleneros de la R. Cuando no está Tito, está Luis Sanabria, una de las voces privilegiadas de la música tropical y tremendo plenero. Ahora me traje a Rafa Maya porque ese es mi hermano y como no hay batería, al tener dos barriles se siente más potente la ecuación. Con ese grupo ya hice muchas cosas locales como Ventana al Jazz y varios conciertos en lugares como La Respuesta y El Boricua. Pronto me voy a sentar con mi compadre, Henry Cole, para que sea el coproductor, lo vea desde otro punto de vista y me ayude a arreglar cositas antes de grabar. Aparte de eso, precisamente con Villa Locura grabamos hace casi tres años el disco “Simple” que está en remojo para que salga en cualquier momento. Posiblemente fue una de las experiencias más increíbles que tuve dentro de un estudio, pues fue en el Electric Lady Studios de Jimi Hendrix. Durante esa grabación estuvieron todos los ancestros con nosotros; Jimi Hendrix estaba allí sentado, tocando guitarra. Éramos 15 músicos y grabamos el disco todo el mundo a la vez. Cuando se acabó el último tema, que era precisamente de cantarle a los ancestros, hubo un silencio que pareció como de media hora. Sentía esa energía con los ojos cerrados, que normalmente no los cierro para tocar. Cuando los abrí, todo el mundo estaba igual, mirándose sin decir nada. Inmediatamente empecé a llorar incontrolablemente por 10 minutos. Espero que el disco salga pronto para que todo el mundo sienta esas emociones. Eso es lo bueno de grabar con todo el mundo en vivo. Este año acabo de producirle un disco a mi maestro Totin, algo que no pude hacer con mis maestros previos. Con Ricky Soler empezamos el proyecto, pero en ese momento tuve unos cambios de vida y se engavetó. En eso Ricky se enfermó y falleció en el 2013, y me quedé con eso. El año pasado Totin me dijo que tenía cáncer. ¿Se van a morir todos mis maestros? Me dijo que ya tenía experiencia con eso, con la quimioterapia, y era algo que no quería experimentar de nuevo; dijo: “olvídate, ya yo viví, que se joda”. Le dije que había alternativas, que le íbamos a hacer un disco. Entonces, hice una disquera junto con mi socio Rafael Maya que se llama EGBE Records, y producimos y acabamos de lanzar el disco “Orgánico y Medicinal” que está hermoso. Además de lo que causó, no sólo en la comunidad musical, pero en la salud de Totin; es la medicina. Este es el último proyecto que fue bien importante para mí. El lanzamiento oficial fue el 18 de mayo y recientemente salió al mundo cibernético. A la disquera EGBE Records ahora se unen dos personas: Charlie Rivas del grupo Zona de Bomba y Omar Vivoni de 181 Studios. Nuestra idea es empezar a producir más de esta música que nos gusta, tanto la folclórica como todas esas mezclas, y a todos esos grupos que hacen cosas interesantes, pero no tienen el break de sacarlas. Uno de los discos que tenemos en el tintero es el segundo disco del grupo de bomba Desde Cero de Rafael Maya, al que también pertenezco. El otro proyecto grande que tengo es IFÉ, del cual soy miembro fundador. Sacamos dos sencillos del próximo disco que saldrá pronto. Con IFÉ hicimos la primera mitad de una gira en Estados Unidos y Canadá y pronto regresaremos a Canadá a participar por segunda vez del Festival Internacional de Jazz de Montreal. Luego tenemos presentaciones en varias ciudades de los Estados Unidos y luego en el Festival Roskilde de Dinamarca, el festival de música más grande de Europa. Trabajamos fuerte para mejorar como grupo y que el show sea cada vez mejor. A la misma vez trabajo música nueva para el próximo disco. Por último, mis estudiantes de música afro-brasileña revivieron un proyecto que fundé con ellos y que tenía guardado, el Bloco Afro Oxalá, que es la formación de música de carnaval de Salvador de Bahía de Brasil. Los blocos son comunidades completas: está el que hace música, el que hace los trajes, y todo el mundo participa. Recientemente, tuvimos una presentación en El Boricua y estuvo bien buena. Así que pienso revivir el proyecto porque es bonito. No se trata del músico sino de la música. Como ves, ahora mismo estoy en un momento bien rico y sabroso. Estoy en modo creativo. La Ñapita: Descríbete con tres palabras: genuino, honesto y alegre Un libro o disco que te haya influenciado: el disco “Natty Dread” de Bob Marley & The Wailers; descubro cosas nuevas cada vez que lo escucho. Una frase o cita, tuya o de otra persona, que te gusta mucho: como decimos siempre: “África es la raíz”; eso es Totin Agosto “Arará” En años recientes, ¿qué nueva creencia, comportamiento o práctica mejoró considerablemente tu vida? Soy practicante de Ifá y en este último año establecimos un tipo de templo en mi casa que ayuda a fortalecer muchas cosas en nuestra comunidad y a mí como persona. Cuando sientes que pierdes el enfoque o la inspiración temporeramente, ¿qué haces? Coger el celular y grabar cualquier cosa. ¿Cómo se llamaría la película de tu vida? “Cambios” Un puertorriqueñ@ que admires: Gisela Rosario “Macha Colón”; es una “mujerota” Quisieras aprender a: tocar piano. Estoy brutal, un día fui a coger clases de piano, me dieron una asignación y nunca regresé porque no la hice… ¿Qué es una de las cosas más gratificantes que has hecho? Definitivamente este proyecto de “Orgánico y Medicinal” para Totin, pues me sanó una herida gigantesca. Entregarle ese regalo fue una de las cosas más hermosas que he vivido. ¿Cuál es una de las mejores inversiones recientes que has hecho? Invertí en un viajecito a la graduación de mi sobrina; se fueron de Puerto Rico después del huracán María. Se graduó con altos honores, beca presidencial y toda la vaina. Fui de sorpresa y definitivamente fue una cosa bien sabrosa. Invertir en el amor y sobre todo en el amor a la familia porque al final, no importa lo que pase, la familia es familia. Al final esa es la única gente que de verdad está ahí. ¿Cómo te relajas? Fumo cannabis, pongo música y agarro algún libro de historia del Caribe, la africanía o de cualquier cosa interesante e investigo. Quisieras que te recordaran por: Traer alegría, porque al final ese es nuestro trabajo. Esto de la música, como te dije, es la medicina para Totin que me lo dijo el otro día: “Beto, la energía del tambor y todo esto del disco son mi medicina”. Recientemente tuvimos visita en casa y yo estaba de disc jockey y puse el disco de un grupo que conocí en uno de mis viajes a Chicago que se llama Sierra Leone’s Refugee All Stars, un grupo de refugiados de la guerra civil en Sierra Leone. Surgió cuando cientos de miles de refugiados empezaron a emigrar después de las atrocidades que vivían por la guerrilla y comenzaron a establecerse en campamentos. Un reportero francés fue para allá a reportar lo que sucedía y se dio cuenta de que todas las noches había un party en una de las carpas. Una noche fue para allá y en efecto, estaban todos estos músicos con instrumentos homemade. Él los grabó y ahora esta gente viaja el mundo y son estrellas. Las letras son de todo lo que sufrieron, pero la música es súper alegre. Entonces ese era el bálsamo que tenía la comunidad de refugiados: “estamos bien jodidos, pero vamos para el party que ahí nos van a sanar”. Nosotros lo vivimos después de María. Obviamente yo no tenía trabajo, no había dónde tocar. Además de que tenías que estar metido en tu casa a las seis de la tarde. Después de no recuerdo cuánto tiempo, pero pasó mucho tiempo, estaba por el techo y dije: “no, tenemos que ir a la calle y hacer música” y empezamos a tocar por ahí. De hecho, para mi cumpleaños no había luz, ni nada. Cité a todos los rumberos a las cuatro de la tarde en el Watusi. Llegué puntual esperando que, como siempre, la gente iba a llegar a las seis; a las cuatro ya había llegado todo el mundo. Entonces esa es la medicina, está comprobado. Sigue a Beto en las redes sociales: Facebook: Beto Torrens Instagram: @betorumba
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Diciembre 2020
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